lunes, 22 de junio de 2009

Relato de Antonio Marco, de 3ºESO-A, 3ª Parte.

Mi experiencia con un vaso de leche, 3ºParte.

La última vez me había quedado con la duda de si meter el vaso en el microondas o no, aunque yo siempre la he preferido fría, de modo que decidí no meterla.
El cartón estaba abierto, ya que lo acababa de abrir, el vaso, justo donde lo deje la ultima vez, pero con un pequeño arañazo, que os preguntareis ¿Qué tiene que ver eso para impedir echar la leche? Pues la verdad es que nada.
Con mi increíble fuerza para levantar cartones de leche, lo levante, lo puse a un ángulo de 180º y la leche, del mismo color que la horchata, caía con tal suavidad, como si abres un grifo y te encuentras que cae agua.
Me pase. La leche se desbordó más de la cuenta y fui a coger un trapo que estaba tendido en el tendedero y recogí la leche derramada que se encontraba en la mesa (porque en una parte inédita de esta novela que tuve que censurar, cambie el vaso de la encimera, a la mesa de la cocina, que no tengo mesa en la cocina, pero como me lo estoy inventando todo, da igual).
Pero si quería que no se derramase más tenía que pegar un sorbito, para que al echar el nesquik, no se volviese a salir, de modo que lo hice.
Cogí mi cuchara preferida, la que no estaba agujereada, abro la tapa azul del nesquik, y con un suave movimiento de cuchara, deposito en el vaso, no una, sino dos cucharadas y media y le doy vueltas un par de veces para que la sustancia marrón (digo sustancia marrón por no repetir más la palabra nesquik) no se deposite en lo más profundo del vaso.
Dios… tenía en frente de mis narices un vaso de leche. ¡No me lo podía creer! Me doy la vuelta un momento para dirigirme al armario, cojo una magdalena, y vuelvo a cerrar el armario (porque antes ya estaba abierto) y cuando me giro todo estaba hecho un desastre, el cartón de leche por una lado, el bote de nesquik, por otro lado. Como yo sabía que el vaso de leche no se iba a enfriar, porque no lo había metido al microondas, decidí recogerlo.
Metí la leche en el armario, y “la sustancia marrón” en el frigorífico (meses más tarde me enseñaron que era al revés).
Desenfunde la magdalena, también llamado abrir. Le quite el papel protector, y me di cuenta de que esa magdalena estaba más dura que una piedra, de modo que la deje reposar un rato en la leche para ver si se ablandaba.
5 minutos después la saco, con una cuchara normal de mi casa, es decir, agujereada, para que la leche innecesaria se escurra. Levanto la cuchara para dirigirla a mi boca, la acerco muy despacio, mis labios ya casi rozaban la magdalena, cuando llaman a la puerta.
Era un sobre certificado, del hospital.
Decía que según los análisis que me hice la semana pasada, yo, era alérgico a la leche. Pero si no recuerdo mal, yo antes, cuando la leche se iba a desbocar del vaso, yo ya le había dado un sorbito, de modo que la cara se me puso como un tomate. Y lo peor no fue que se me quedase la cara roja, o no me quedase crema para el picor, lo peor es que miré el reloj… y eran las 8 de la tarde. ¿Cómo puede ser que haya perdido el día entero para tomarme un vaso de leche que ni he conseguido empezar? Y mentía, porque lo peor no fue eso, lo peor de todo fue que llevaba 5 días intentando tomarme el vaso de leche.
Supongo que mañana tendré que madrugar más para tomarme el vaso de leche, me levantare a las 11:00… pero claro… ¿Si soy alérgico…?
Pos mañana me tomo zumo, que es más sano y no tengo que coger ni vaso.
O no… ¡¡¡NO HAY!!!

Fin.

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