jueves, 29 de octubre de 2009

Poema creado por Patricia, de 4ºESO-C


No Puedo Soportar
Verte pasar por mi lado
Y no poderte mirar
Mucho daño me hiciste
Cuando de mi te deshiciste

Demasiado de mi ya te reíste
Para que ahora quieras volver
Anda y vete con la otra
Para mí ya moriste
Y no me harás recaer.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Trabajo de Almudena B., de 4ºESO-A

LOS AMANTES DE TERUEL

Son Juan Diego Martínez de Marcilla e Isabel de Segura. Eran dos jóvenes de las principales familias de Teruel; pero ya fuese por las frecuentes desavenencias entre familias rivales, ya fuese por razón de la limpieza de sangre (ser cristiano viejo), que entonces se miraba mucho, el caso es que los padres no estaban de acuerdo con esos amores. Y como ocurre también en todas las leyendas de este género, puesto que son copia de la única realidad que entonces imperaba, los padres de Isabel decidieron casar a la moza para no dar lugar a que creciese aquel amor inconsentido.
Fue señalado el día de la boda y Juan Diego sintió la necesidad de despedirse definitivamente de su amada. Escaló la tapia del jardín como era costumbre, y lo hizo a la medianoche, que es cuando mandan todas las leyendas.
Tras los requiebros amorosos propios de la ocasión, don Juan Diego le pidió una prenda de amor a su amada: UN BESO, dice la leyenda para no quitarle un ápice de romanticismo a este amor.
Casta y obediente a la voluntad de sus padres como era Isabel, se lo negó, bien que su corazón le pedía aquello y mucho más. Aquella negativa fue más fuerte que el corazón lacerado del infortunado don Juan Diego: se le borró el mundo de la vista, quedando en sus pupilas la dulce y atormentada imagen de su amada, y cayó allí mismo desplomado. Al entender su corazón que nunca más podría latir para Isabel, prefirió dejar de latir para siempre.
La noche se convirtió en alboroto. Corrió la voz por toda la ciudad de Teruel y se iluminaron sus ventanas con la luz de los candiles. El día siguiente la familia de don Juan Diego Martínez de Marcilla estaba llamada a funeral en la iglesia catedral, y dos horas más tarde, en la misma iglesia estaba llamada a boda la familia de Isabel Segura.
A la infortunada amante, perdida en el delirio del amor perdido, y condenada a amar a quien no la amaba, los pies la condujeron con determinación hacia el funeral prohibido. Se acercó al catafalco a contemplar a su amor. Y al ver aquellos labios aún abiertos pidiéndole el beso que le negara unas horas antes, no pudo resistirse a esa última petición callada de su amado, u postrándose junto a él le dio el beso de despedida.
El beso de Isabel fue de los que resucitan a los muertos. Pero ¡ay!, le faltó a ella el aliento para sobrevivir a aquella explosión de dulzura y amargura. Su corazón estaba ya tan malherido que sucumbió a la violenta sacudida de aquel beso.
Maravillados los asistentes de la duración de aquel beso, quisieron levantar a la infortunada amante de don Juan Diego, pero el beso la había transportado a la eternidad. La familia de Don Diego se doblegó a la violencia de aquel amor, tendieron a Isabel junto a su amado, celebraron por ambos el funeral, y juntos fueron sepultados para eterna memoria de aquel amor y para aviso de padres que cierran los ojos y el corazón al amor de sus hijos.
Esta es la leyenda de LOS AMANTES DE TERUEL, por la que se conoce a esta ciudad más que por ninguna otra cosa. Pero es éste un hecho tan repetido en la historia de nuestra doliente humanidad, que en todos los casos se cuestiona la veracidad y la originalidad de la leyenda. Es el corazón humano el que está puesto en ellas, y ese sí que es verdad, una verdad que se encarna en distintos lugares del mundo y en las más diversas leyendas cuyo denominador común es siempre el mismo: LA FUERZA DEL AMOR.

Poema de Johana C., de 4ºESO-B

Obtáculos
Un amor puro y sincero
es un amor de lo más perfecto.
-No existe la perfección-
le decían, por eso,
todo esto se acabaría.
Obtáculos se hayaron
en la vida,
mas la chica no podía.
¿Qué les deparará el futuro?
Por ahora separados han de estar.
Y quién sabe si el destino
los volverá a juntar.

lunes, 26 de octubre de 2009

Un artículo de Elena Alfaro, de 4ºESO-A, imitando a Larra y su ironía

TENGO MUCHA PRISA


Hay personas que tienen un negocio, que hablando mal y pronto, no aguatan a sus clientes.
Está la gente que siempre tiene mucha prisa, pero entran moneando a una tienda de ropa. Después de media hora eligen lo que se van a probar y empiezan a manosearlo por todas partes. Cuando a la hora tienen lo que les queda bien, deciden pasar por caja y cuando la prenda ya está liadita y en una bolsa se les ocurre preguntar por el precio:
- Oiga, ¿me podría decir el precio? , es que no me he traído las gafas de cerca.
La dependienta se lo dice.
- ¡Uhhhh, que caro! Pues nada, no me lo llevo. ¡Hasta luego!
Y después de atenderles dos horas y de tener una cola enorme…!Gracias!...!Hasta luego!...Que no sé porqué la dependienta dice gracias, a lo mejor es gracias porque te vas ya…Será eso porque otra cosa….
También está la típica señora mayor que tiene mucha prisa porque le tiene que hacer la comida a su hijo pequeño de 37 años y ésta entra a una panadería. Tiene mucha prisa pero viene dando pasitos cortitos y disfrutando del paisaje y cuando entra….Tiene mucha prisa!!!
- Buenos días.
-¡Buenos días, dígame!
- Ayyy… pues no sé…….. ¿Tiene barras caseras….?
- Sí señora, las tiene enfrente.
- Ahh… muy bien…pues…ponme…una o dos…no una, no, es que viene mi hijo a comer y…..Ponme dos.
- Muy bien aquí las tiene, ¿algo más?
- ¿Me las podría poner una en cada bolsa….?
- Sí, por supuesto, ahora mismo.
-Ayyy… pero es que la que me as echado está quemada, ¿me puedes poner otra menos cocida?
- Sí, claro, ahora se la cambio.
- ¡Anda…! ¿pero quién entra a comprar el pan…?, mi vecina…Hola….¿Que tal?....Bla, Bla, Bla, Bla….Pues hoy he hecho ……..Bla, Bla, Bla…………
-¿Desea algo más?
- Ehhhh…sí…ponme…¿A cómo sale el kilo de pastelitos?.....
Ufff.. y porque tiene mucha prisa y veinte personas esperando..
- No, de esos no te he dicho que me pongas….
- Perdone, he entendido mal.
- Es que no sé de que pastelitos llevarme….
- ¿Le importe que atienda a otro mientras usted se lo piensa?
- Sí me importa porque tengo mucha prisa..Ponme……media docena de estos…no de éstos no, de éstos……Muy bien….ahora.. ¿de qué le gustaran a mi marido?...¿a cómo son los de naranja….?. Ponme dos docenas de naranja…..y…éstos..¿de qué son?...De almendra….ahh..pues quítame los de naranja y ponme dos docenas de almendra…..y me haces rápidamente la cuenta que tengo mucha prisa.
- En total son 8’25.
- ¿Qué…..!!? ¿18’25…?...pues..¿a cómo son los de almendra?
- No, le he dicho 8’25.
- Ahhh…ya decía yo, que caro…¿Tiene cambio de 50?
- Sí.
- Pues… dame tres billetes de 10 y lo demás en monedas de 1 y de 2. Y me voy que tengo mucha prisa.
Y……….por fin…………
- Venga….hasta luego que tenga un magnífico día.¿El siguiente?
Ésta es la gente que tiene mucha prisa todos los días, que van corriendo de un lado para otro porque de tantas cosas que tienen que hacer no llegan a tiempo ni para hacer la cesta de la compra, la gente, en la que los semáforos tendrían que estar con la lucecita siempre en verde para ellos, porque tienen mucha prisa, muchísima prisa diría yo.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Poemas creados por Alba, de 4ºESO-A

Ecce homo
Quince años tenía
la primera vez que salió
mi niño de costalero
llevando a hombros al señor
ecce homo tiene por nombre
y grabado está en el corazón
de todos los costaleros
que lo llevan con amor.
Día y noche piensas en poder llevar
a su querido ecce homo
por las calles del rabal.
Lágrimas caen por sus ojos
y por su frente el sudor
de llevar a su santo
con cariño y con pudor.
Un año más el ecce homo saldrá,
a hombros de sus costaleros
por las calles del
rabal y con una nueva
nazarena podrá contar.





Desamor

Pasadas las ocho de la tarde sali a pasear
y en el parque del pueblo a ti te fui a buscar
te encontré con la cara pálida
y no podías parar de llorar
entonces me di cuenta
que estabas esperando amar.
Susurrando me decías, que no la podías
olvidar que tu corazón se lo llevó en la mano
y jamás te lo devolverá.
Todo esto por lo que tu pasas
he pasado yo ya y ahora solo te digo
!ojalá la puedas olvidar¡

martes, 20 de octubre de 2009

Poema creado por Lucía R., de 4ºESO-A

No sé por qué escribo esta carta,
ni siquiera sé si la leerás,
quizás tenga la esperanza
de que algún día me querrás.
Siento y sé que no te tengo,
que seguramente nunca te tendré,
aún así si te tuviera como amigo
no sabría lo que hacer.
Pensarás quién es la tonta
que escribe esta poesía,
quien te dice que te quiere
y que por ti todo lo haría.
Pues piensa que nunca lo sabrás,
pues el amor que siento por ti,
vale mucho más.
Que sepas que quien escribe esta carta,
queriéndote así enamorar.

Poema creado por Sebastián L., de 4ºESO-B

Ya no puedo vivir sin ti,
porque no puedo morir sin ti,
ya que si tú no llegas a estar,
yo también tendré que faltar,
porque no puedo vivir sin ti.

Si tú, amor, no estás,
yo estaré viviendo sin vivir,
muriendo sin poder morir,
porque sin estar a tu lado,
acabaré totalmente desolado.

Porque en este mundo cruel,
acabaré ahogado por creer,
que podría seguir sin ti,
porque solo vivo por ti,
yo daría mi vida por ti.


Sebastián Loaiza

domingo, 18 de octubre de 2009

Poema creado por Johanna C., de 4ºESO-B

PARA MI AMIGA

Un amigo es un regalo de Dios,
la amistad que te ofrece
y la ayuda que te da
a cambio de nada,
es de admirar.
Y yo te admiro amiga mía
que en mi corazón siempre estás
y nada ni nadie nos podrá separar.
Qué regalo más lindo del cielo
que yo no te ofrezco nada
que está poesía es para ti
y quiero que guardada la tengas
hasta que tu flor marchite y oscurezca,
hasta que en la otra vida te vea.




Comentario: De Jota para Eme ( Mayra), que eres de las mejores amigas que hay. Thanks.

Poemas creados por Thalía Bustán, de 4ºESO-B

EL CIELO

En el cielo hay una estrella

En la estrella una luz

Que dice cada día

Que sin mi no existiría.



EL AMOR

Cuando encuentras el amor

Y no sabes qué hacer

Arriésgate a probarlo

Por que nunca se sabe si es.



TE QUIERO

Te quiero vida mía

Te quiero para mí

Te quiero demasiado

Que no podría vivir



UN DÍA

Sin querer un día te empecé a amar

Sin dormir un día te empeze a soñar

Sin pensar un día te empecé a mirar

Poema creado por Mayra Román, de 4º ESO-C

El amor perdido de Mayra Román

Me encuentro aquí
en este profundo lago
gritando tu nombre
para evitar olvidarte.

El frío cortante
de esta tempestad
hiela todo mi ser
con la más dura piedad.

En esta cruel angustia
cuento los segundos atrás
irrevocable e inexistente
soy un punto entre los demás.

Forajida me encuentro
en este profundo lago
dejarte ir no puedo...
estoy agonizando por tu adiós.

Lo que un día sentí
murió junto a ti
sin leyes ni horarios
así se creó mi fin.

Pasearé en un cielo sin estrellas
no podré estar sin ti
murmuraré entre las aguas
para saber que estas ahí.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Poema creado por Israel, de 4º ESO-C

Cuando sale el sol
Reluce tu mirada
Tus ojos brillan
y tus labios destacan

Tu melena al viento
Tus cabellos dorados
Son como un tesoro
Que tengo a mi lado

Leyenda de Manuel Contreras, de 4º ESO-B

El príncipe y el Halcón

-En tiempos inmemorables, existía un pueblo llamado “Camelot” en el cual estaba gobernado por Agamenón. Este tenía un hijo llamado “Filipo” era una familia con bastantes riquezas y un gran palacio decorado con pinturas cálidas y de buenas vistas. En este pueblo se estilaba mucho la caza, la cual le daba decoración al palacio de los reyes, (con animales disecados) pero aparte de tanta riqueza era una familia bastante orgullosa y arrogante, debida a su gran riqueza. Pronto ya llegaban las fiestas en el pueblo y ¡como no! los reyes organizaron una cacería para los jóvenes del poblado. La cacería consistía en obtener una rapaz, adiestrarla (técnica llamada cetrería) y cazar en el bosque. Tras dos semanas de espera llega el día previsto y los jóvenes junto al príncipe Filipo comienzan la cacería. Al comienzo de esta se dispersaron por todo el bosque y deben llegar al poblado antes de que llegara la noche, al menos con un animal para ser recompensados. Filipo mientras andaba por el bosque, estaba sediento del calor que hacía y estaba ansioso por encontrar un arroyo. Unos metros más adelante encontró un arroyo y Filipo fue corriendo a beber, el halcón al ir planeando se dio cuenta de que había una serpiente venenosa y se alzó contra el príncipe, éste cargado de ira sacó una ballesta y mató a su halcón y una vez muerto el príncipe vio a la serpiente venenosa en el arroyo y se dio cuenta de que el halcón no quería matarle sino que quería salvarle la vida.

Poema creado por Cristina M., de 4º ESO-B

AMOR PLATÓNICO



Un amor ilusionado,
un amor pasional,
ese amor que tú sientes,
y que sabes, va a acabar,
tú no quieres que se pierda,
y que no se vaya, no,
porque cuando se vaya,
de tu corazón,
vas a sentir dentro,
un profundo dolor.

Ese dolor que sientes,
es un dolor de amor,
el corazón roto ahora tienes,
y te sangra de dolor,
al saber que tú le quieres,
y él no te quiere a ti,
al pensar tú en él,
al no pensar él en ti.

martes, 13 de octubre de 2009

Poema creado por Antonio "el Pollo", de 4º ESO-B



Querer y no ser querido,
¿es ese mi destino?
Espero no perderte,
no me daré por vencido,
y soñare con volver a verte
hasta poder tenerte entre mis brazos,
porque cuando tú estás lejos
No me late el corazón.
Que no te alejes de mí
que no todo sea el pasado,
ojalá mi sueño se cumpla
y adorne una sonrisa en mi cara
espero que te des cuenta
que te quiero más que a nada.


(Muchas gracias a una persona especial)

Leyenda de Álvaro García, de 4ºESO-B

El rey desafortunado

Hace mucho tiempo había un rey que no tenía esposa y que tenía una falsa hija de larga edad que conoció en una taberna y que se aprovechaba de sus riquezas y nunca le hablaba. El rey, desesperado, se hizo pasar por un campesino para conseguir el amor de su vida que era una campesina sin padres y que además era muy joven. Un día el rey fue a la casa de la campesina que estaba junto al palacio y le dijo. -Hola, ¿puedo pasar? -Sí. Dijo la campesina, que ya conocía al campesino que en realidad era el rey. La campesina le preguntó: -¿Qué opinas sobre la realeza? El rey no sabía qué responder y , de pronto se oye en la calle a una mujer chillando. -¡¿Dónde está el rey?! Estos salen corriendo hacia la calle y ven a la mujer y la campesina dice: -¡MADRE!
El rey casi se desmaya en el acto, mientras su supuesta hija dice.
-¡Te has enamorado de mi padre! Esta saca un puñal y asesina de una puñalada a su hija y al rey. Al final la hija del rey es ejecutada por el pueblo y este se queda sin rey.

Poema creado por Dolores Higuera, de 4ºESO-B

Cuando la vi por primera vez,
fue tanto lo que sentí,
que no sé por qué temblé.
Yo sabía que aquella chica
también sufrió
lo que yo sentía.
Y cuando la conocí...
Nunca pensé que existiría,
una mujerque me diese la vida.
Y ahora que el camino
llega a su fin
yo me desanimo.
Y ahora llegó
de dejar la vida
y a mi niña hermosa.

lunes, 12 de octubre de 2009

Poema creado por Quique H., de 4º ESO-B

¿Qué es amor?, dices mientras tu belleza
embriaga mi alma.
¡Qué es amor! ¿Y tú me lo preguntas?
¡Amor… eres tú!

Poema creado por Carmen M. Martínez, de 4º ESO-C

Cuando aquella mañana
él abrió sus ojos de nuevo
era tan bello su despertar
que sólo me quise enamorar
cuando me dijo que me quería
yo no me lo podía creer
cuando me dijo que me besaría
él me besó después
y al ver ese amor tan profundo
le dije que le perdonaba
que con él me iba al fin del mundo
me sentía vacía si él no estaba
cuando no lo veía
yo añoraba su cariño
era mi vida
era mi amor
nadie le querrá
como le quise yo
porque él era
el que me sacaba esa sonrisa.

Poema creado por Lorena Pérez, de 4º ESO-B

Quiero ser…

Quiero ser como el aire
Quiero ser como el mar.
Que nunca me sujete nadie,
Que siempre tenga libertad.

Sólo ser como el aire
Sólo ser como el mar.
Permíteme ser libre
Déjame navegar.

Leyenda de Lorena Pérez, de 4º ESO-B

El incomprendido Ure

23 de Enero de 1335

Cuenta la leyenda, que en un bosque muy lejano habitaba un horrible ogro llamado Ure, al que todo el pueblo temía porque devoraba a todo aquel que le molestara. Ure tenía unas piernas largas y flacuchas llenas de lunares y unos pies grandes y peludos. Tenía una barriga enorme sus brazos eran tan largos que las manos le llegaban hasta las rodillas. Ure andaba encorvado y su cara era lo peor de todo. Esos ojos amarillos y esa boca llena de dientes afilados…
Cada semana un joven leñador visitaba el bosque parra llevar leña a su pueblo, pero ninguno regresaba de su viaje. El alcalde decidió que ningún hombre por valiente que fuera iría con o sin su permiso al bosque a por leña. Aquel invierno fue realmente frío. Nadie salía a la calle y en las casas se morían de hambre.
Un día vino al pueblo un valiente joven que propuso al alcalde un trato. Él iría al bosque a matar a Ure si el alcalde, a cambio, le daba 500 bolsas de oro. Desesperado y sin tener elección, aceptó el trato. El joven llegó al bosque y de entre los arbustos se oyó un ruido, como un crujir de tripas. El joven se asustó, se echó para atrás, pero nunca huyó y se quedó a oír a Ure. Le dijo:

-¿Quién anda ahí?

De repente una sombra gigantesca salió de entre los arbustos y dijo en voz baja:

-Me muero de hambre. Dame de comer o te comeré.

El joven descubrió que ningún leñador de aquel pueblo había escuchado a Ure y por tanto no sabían que lo que quería era simplemente comida para el frío invierno. Ure le explicó que todos y cada uno de los leñadores que subían le atacaba y le hería, mientras que él sólo quería comida. Al final terminaba recurriendo al canibalismo. Después de tanto hablar el joven le prometió que cada semana subiría y le daría comida a cambio de que él nunca más asustara a la gente del pueblo.
De vuelta, el joven vino con sacos y sacos de leña y asombrado, el alcalde le dio las gracias y las 500 bolsas de oro.

jueves, 8 de octubre de 2009

Poema creado por Laura Hernández, de 4º ESO-A

Sin un sentimiento, un infierno;
con una caricia, una locura;
por un te quiero, ¡no sé
todo lo que haria!

Poema creado por Pilar F. de 4º ESO-A

Sólo se cruzó una mirada
¿sólo fue eso?
allí me quede parada
y elegí mi camino
ese camino que llevaba
hasta el mejor destino
pues era contigo

y desde mis mas profundos pensamientos
aquellos que no me dejan pensar con claridad
aquellos que me hacen imaginar
aquellos que me hacen soñar
aquellos que me tienen en una nube
desde la que todo se ve distinto
¡aquí me quiero quedar!

pero cuando me pongo a pensar
mis ideas vienen y van
quiero poder ver la realidad
quiero saber si todo fue un sueño
quiero poderme pellizcar
y no tener miedo a lo que será
a lo que se oculta tras mis ojos
la respuesta a mis preguntas
que sólo me atormentan
y me inquietan

pero después me encuentro
como flotando en el aire
siento un escalofrío
cuando sin pensar
miro hacia atrás
y junto ami te encuentro a mi lado



Pilar Fernández Ladrón de Guevara

martes, 6 de octubre de 2009

Canto a Teresa, de José de Espronceda


Poema Canto A Teresa de Jose de Espronceda

(Fragmento)
¡Oh, Teresa! ¡Oh, dolor! Lágrimas mías

¡ah!, ¿dónde estáis, que no corréis a mares?

¿Por qué, por qué como en mejores días

no consoláis vosotras mis pesares?

¡Oh, los que no sabéis las agonías

de un corazón que penas a millares,

¡ay!, desgarraron y que ya no llora,

¡piedad tened de mi tormento ahora!

¡Oh, dichosos mil veces, sí, dichosos

los que podéis llorar, y, ¡ay! , sin ventura

de mí, que entre suspiros angustiosos

ahogar me siento en mi infernal tortura!

¡Refuércese entre nudos dolorosos

mi corazón, gimiento de amargura

!También tu corazón, hecho pavesa,

¡ay!, llegó a no llorar, ¡pobre Teresa!

¿Quién pensará jamás, Teresa mía,

que fuera eterno manantial de llanto

tanto inocente amor, tanta alegría,

tantas delicias y delirio tanto?

¿Quién pensara jamás llegase un día

en que perdido el celestial encanto

y caída la venda de los ojos,

cuanto diera placer causara enojos?
¡Pobre Teresa! ¡Al recordarle siento

un pesar tan intenso…! Embarga impío

mi quebrantada voz mi sentimiento,

y suspira tu nombre el labio mío;

para allí su carrera el pensamiento,

hiela mi corazón punzante frío,

ante mis ojos la funesta losa

donde, vil polvo, tu beldad reposa.

Algunas Rimas de Bécquer

Rima II
Saeta que voladora
cruza, arrojada al azar,
sin adivinarse dóndet
emblando se clavará;
hoja del árbol seca

arrebata el vendaval,
sin que nadie acierte
el surcodonde a caer volverá;
gigante ola que el viento

riza y empuja en el mar,
y rueda y pasa, y no sabe
qué playa buscando va;
luz que en los cercos temblorosos

brilla, próxima a expirar,
ignorándose cuál de ellos
el último brillará;
eso soy yo, que al acaso

cruzo el mundo, sin pensar
de dónde vengo, ni adónde
mis pasos me llevarán.

Rima XXIV
Dos rojas lenguas de fuego
que a un mismo tronco enlazadas
se aproximan, y al besarse
forman una sola llama.
Dos notas que del laúd

a un tiempo la mano arranca,
y en el espacio se encuentran
y armoniosas se abrazan.
Dos olas que vienen juntas

a morir sobre una playa
y que al romper se coronan
con un penacho de plata.
Dos jirones de vapor

que del lago se levantan,
y al reunirse en el cielo
forman una nube blanca.
Dos ideas que al par brotan,

dos besos que a un tiempo estallan,
dos ecos que se confunden,
eso son nuestras dos almas.


Rima XXXIII
Es cuestión de palabras, y, no obstante,
ni tú ni yo jamás,
después de lo pasado, convendremos
en quién la culpa está.
¡Lástima que el amor un diccionario
no tenga dónde hallar
cuando el orgullo es simplemente orgullo
y cuando es dignidad!

Rima LI
De lo poco de vida que me resta
diera con gusto los mejores años,
por saber lo que a otros
de mí has hablado.
Y esta vida mortal... y de la eterna
lo que me toque, si me toca algo,
por saber lo que a solas
de mí has pensado.

lunes, 5 de octubre de 2009

Opinión de Guillermo sobre Historias de Terramar I

Ged es un niño normal en la Tierra Media. Perdió a su madre cuando nació, su padre era trabajador, así que lo crió su tía. Un día, oye a su tía decirle algo a las cabaras, y estas obedecerlas. El la imita, y asi se envuelve en el mundo de la magia. A partir de ahí empieza a demostrar destreza, ayudando y hasta evitando una invasión a su pueblo. Pero a causa de esto, cae enfermo, y ahí conoce a quien sería su primer maestro, que le enseña lo básico. Más adelante, por propia decisión, Ged se dirige a una escuela de magos, donde conocerá a su primer amigo y a su primer enemigo. Pero cada acto que realise desde ese momento en adelante puede poner en riesgo su vida, hasta llamar a algo que no tiene nombre desde lo más porfundo del mundo de los muertos. Luego descubre su nombre y vuelve por donde había venido.La siguiente historia narra la vida de una chica que es la sacerdotisa Tenar hasta los 14 años y como le ayuda a Ged, que ya es archimago, a salir de las Tumbas de Atuan y de cómo se van a Havnor. Ahora me estoy leyendo la segunda parte del libro. un saludo:

domingo, 4 de octubre de 2009

Características del Romanticismo

1. Introducción

El Romanticismo es un movimiento cultural y literario que tuvo lugar en la primera mitad del siglo XIX, tanto en Europa como en América. Dicho movimiento supone una reacción total a la razón impuesta por el Neoclasicismo, dando prioridad a los sentimientos, a las emociones, a la fantasía y al ideal.
En España, dadas las circunstancias políticas del país, el Romanticismo, propiamente dicho, tuvo escasa duración, llegando a su máximo apogeo en torno a 1835. Hubo un segundo Romanticismo hacia 1860, gracias a las dos grandes figuras que más adelante veremos: Bécquer y Rosalía de Castro.


2. Ideología

La mentalidad romántica se caracteriza, en líneas generales, por lo siguiente:
El deseo de libertad, que se manifestará en la lucha del hombre romántico contra el absolutismo, en el rechazo a las normas hasta ahora vigentes y en su deseo de manifestarse libremente.
El fuerte individualismo que se observa en el hombre romántico, reflejado en una fuerte personalidad, así como en el sentimiento de creerse el centro del universo.
El idealismo, que es el motor del romántico en busca de cumplir deseos inalcanzables a veces, relacionados con la patria, el amor o la justicia.
El desengaño, provocado por no poder alcanzar dichos ideales en la realidad en la que viven, lo que provoca la evasión, e incluso el suicidio.


3. Características literarias

En la literatura romántica se refleja la forma de ser del hombre romántico y se manifiesta a través de las siguientes características:
Aparición de los protagonistas que se encuentran al margen de la ley o que no aceptan las normas de la sociedad: el mendigo, el pirata, el verdugo, el cosaco, el reo, etc.
La mezcla, en poesía, de distintas formas métricas e, incluso, del verso y de la prosa.
La ruptura, en teatro, de las reglas de las tres unidades (tiempo, lugar y acción), recuperadas por los neoclásicos, la mezcla de lo trágico y lo cómico, la desaparición de la verosimilitud y el carácter moralizante, el final trágico, la aparición de elementos extraños, etc.
El gusto por el ambiente nocturno, tenebroso, la aparición de una naturaleza violenta y desatada, relacionada con el sentimiento exaltado del romántico.
La fuerte personalidad de los personajes.
La ambientación de las obras en lugares exóticos o lejanos en el tiempo, derivada del gusto por la evasión.
El poco aprecio a la vida, que se observa en la aparición de la muerte e, incluso, el suicidio.
La aparición de elementos fantásticos, muchas veces relacionadas con el sueño y el subconsciente.

Otra Leyenda de Bécquer


La creación, de Gustavo Adolfo Bécquer.
Poema indio



I
Los aéreos picos del Himalaya se coronan de nieblas oscuras en cuyo seno hierve el rayo, y sobre las llanuras que se extienden a sus pies flotan nubes de ópalo, que derraman sobre las flores un rocío de perlas.
Sobre la onda pura del Ganges se mece la simbólica flor del loto, y en la ribera aguarda su víctima el cocodrilo, verde como las hojas de las plantas acuáticas, que lo esconden a los ojosdel viajero.
En las selvas del Indostán hay árboles gigantescos, cuyas ramas ofrecen un pabellón al cansado peregrino, y otros cuya sombra letal lo llevan desde el sueño a la muerte.
El amor es un caos de luz y de tinieblas; la mujer, una amalgama de perjurios y ternura; el hombre un abismo de grandeza y pequeñez; la vida, en fin, puede compararse a una larga cadena con eslabones de hierro y de oro.
II
El mundo es un absurdo animado que rueda en el vacío para asombro de sus habitantes.
No busquéis su explicación en los Vedas, testimonios de las locuras de nuestros mayores, ni en los Puranas, donde vestidos con las deslumbradoras galas de la poesía, se acumulan disparates sobre disparates acerca de su origen.
Oíd la historia de la creación tal como fue revelada a un piadoso brahmín, después de pasar tres meses en ayunas, inmóvil en la contemplación de sí mismo, y con los índices levantados hacia el firmamento.
III
Brahma es el punto de la circunferencia; de él parte y a él converge todo. No tuvo principio ni tendrá fin.
Cuando no existían ni el espacio ni el tiempo, la Maya flotaba a su alrededor como una niebla confusa, pues absorto en la contemplación de sí mismo, aún no la había fecundado con sus deseos.
Como todo cansa, Brahma se cansó de contemplarse, y levantó los ojos de una de sus cuatro caras y se encontró consigo mismo, y abrió airado los de otra y tornó a verse, porque él lo ocupaba todo, y todo era él.
La mujer hermosa, cuando pule el acero y contempla su imagen, se deleita en sí misma; pero al cabo busca otros ojos donde fijar los suyos, y si no los encuentra, se aburre.
Brahma no es vano como la mujer, porque es perfecto. Figuraos si se aburriría de hallarse solo, solo en medio de la eternidad y con cuatro pares de ojos para verse.
IV
Brahma deseó por primera vez, y su deseo, fecundando la creadora Maya que lo envolvía, hizo brotar de su seno millones de puntos de luz, semejantes a esos átomos microscópicos y encendidos que nadan en el rayo de sol que penetra por entre la copa de los árboles.
Aquel polvo de oro llenó el vacío, y al agitarse produjo miríadas de seres destinados a entonar himnos de gloria a su criador.
Los gandharvas, o cantores celestes, con sus rostros hermosísimos, sus alas de mil colores, sus carcajadas sonoras y sus juegos infantiles, arrancaron a Brahma la primera sonrisa, y de ella brotó el Edén. El Edén con sus ocho círculos, las tortugas y los elefantes que los sostienen, y su santuario en la cúspide.
V
Los chiquillos fueron siempre chiquillos: bulliciosos, traviesos e incorregibles, comienzan por hacer gracia, una hora después aturden, y concluyen por fastidiar. Una cosa muy parecida debió de acontecerle a Brahma, cuando apeándose del gigantesco cisne, que como un corcel de nieve lo paseaba por el ciclo, dejó aquella turbamulta de gandharvas en los círculos inferiores, y se retiró al fondo de su santuario.
Allí, donde no llega ni un eco perdido, ni se percibe el rumor más leve, donde reina el augusto silencio de la soledad, y su profunda calma convida a las meditaciones, Brahma, buscando una distracción con que matar su eterno fastidio, después de cerrar la puerta con dos vueltas de llave, entregose a la alquimia.
VI
Los sabios de la tierra qué pasan su vida encorvados sobre antiguos pergaminos, que se rodean de mil objetos misteriosos y conocen las extrañas propiedades de las piedras preciosas, los metales y las palabras cabalísticas, hacen por medio de esta ciencia transformaciones increíbles. El carbón lo convierten en diamante, la arcilla en oro, descomponen el agua y el aire, analizan la llama, y arrancan al fuego el secreto de la vitalidad y la luz.
Si todo esto consigue un mortal miserable con el reflejo de su saber, figuraos por un instante lo que haría Brahma, que es el principio de toda ciencia.
VII
De un golpe creó los cuatro elementos, y creó también a sus guardianes. Agni, que es el espíritu de las llamas, Vayu, que aúlla montado en el huracán; Varuna, que se levuelve en los abismos del Océano; y Prithivi, que conoce todas las cavernas subterráneas de los mundos, y vive en el seno de la creación.
Después encerró en redomas transparentes y de una materia nunca vista gérmenes de cosas inmateriales e intangibles, pasiones, deseos, facultades, virtudes, principios de dolor y de gozo de muerte y de vida, de bien y de mal. Y todo lo subdividió en especies, y lo clasificó con diligencia exquisita poniéndole un rótulo escrito a cada una de las redomas.
VIII
La turba de rapaces que ensordecía en tanto con sus voces y sus ruidosos juegos los círculos inferiores del Paraíso, echó de ver la falta de su señor. -¿Dónde estará? -exclamaban los unos-. ¿Qué hará? -decían entre sí los otros-; y no eran parte a disminuir el afán de los curiosos las columnas de negro humo que veían salir en espirales inmensas del laboratorio de Brahma, ni los globos de fuego que desde el mismo punto se lanzaba volteando al vacío, y allí giraban como en una ronda luminosa y magnífica.
IX
La imaginación de los muchachos es un corcel, y la curiosidad la espuela que lo aguijonea y lo arrastra a través de los proyectos más imposibles. Movidos por ella los microscópicos cantores, comenzaron a trepar por las piernas de los elefantes que sustentan los círculos del ciclo, y de uno en otro se encaramaron hasta el misterioso recinto, dónde Brahma permanecía aún, absorto en sus especulaciones científicas.
Una vez en la cúspide, los más atrevidos se agruparon alrededor de la puerta, y uno por el ojo de la llave, y otros por entre las rendijas y claros de los mal unidos tableros, penetraron con la mirada en el inmenso laboratorio, objeto de su curiosidad.
El espectáculo que se ofreció a sus ojos, no pudo menos de sorprenderles.
X
Allí había diseminadas, sin orden ni concierto, vasijas y redomas colosales de todas hechuras y colores. Esqueletos de mundos, embriones de astros y fragmentos de lunas yacían confundidos con hombres a medio modelar, proyectos de animales monstruosos sin concluir, pergaminos oscuros, libros en folio e instrumentos extraños. Las paredes estaban llenas de figuras geométricas, signos cabalísticos y fórmulas mágicas, y en medio del aposento, en una gigantesca marmita colocada sobre una lumbre inextinguible, hervían, con un ruido sordo, mil y mil ingredientes sin nombre, de cuya sabia combinación habían de resultar las creaciones perfectas.
XI
Brahma, a quien apenas bastaban sus ocho brazos y sus diez y seis manos para tapar y destapar vasijas agitar líquidos y remover mixturas, tomaba algunas veces un gran canuto, a manera de cerbatana, y así como los chiquillos hacen pompas de jabón valiéndose de las cañas del trigo seco, lo sumergía en el licor, se inclinaba después sobre los abismos del cielo, y soplaba en la una punta, apareciendo en la otra un globo candente que al lanzarse comenzaba a girar sobre sí mismo y al compás de los otros que ya flotaban en el espacio.
XII
Inclinado sobre el abismo sin fondo, el creador los seguía con una mirada satisfecha, y aquellos mundos luminosos y perfectos, poblados de seres felices y hermosísimos sobre toda ponderación, que son esos astros que, semejantes a los soles, vemos aún en las noches serenas, entonaban un himno de alegría a su Dios, girando sobre sus ejes de diamante y oro con una cadencia majestuosa y solemne.
Los pequeñuelos gandharvas, sin atreverse ni aun a respirar, se miraban espantados entre sí, llenos de estupor y miedo ante aquel espectáculo grandioso.
XIII
Cansose Brahma de hacer experimentos, y abandonando el laboratorio, no sin haberle echado, al salir, la llave y guardándola en el bolsillo, tornó a montar sobre su cisne con el objeto de tomar aire. Pero ¡cuál no sería su preocupación cuando él, que todo lo ve y todo lo sabe, no advirtió que, abstraído en sus ideas, había echado la llave en falso! No le pasó lo mismo a la inquieta turba de rapaces, que, notando el descuido, le siguieron a larga distancia con la vista, y cuando se creyeron solos, uno empuja poquito a poco la puerta, éste asoma la cabeza, aquél adelanta un pie, e invaden todos, por fin, el laboratorio, tardando muy poco en encontrarse en él como en su casa.
XIV
Pintar la escena que entonces se verificó en aquel recinto sería imposible.
Primeramente examinaron todos los objetos con el mayor asombro, luego se atrevieron a tocarlos, y al fin terminaron por no dejar títere con cabeza. Echaron pergaminos en la lumbre para que sirvieran de pasto a las llamas: destaparon las redomas, no sin quebrar algunas; removieron las vasijas, derramando su contenido, y después de oler, probar y revolverlo todo, los unos se colgaban de los soles y estrellas aún no concluidos y pendientes de las bóvedas para secarse; los otros se subían por las osamentas de los gigantescos animales, cuyas formas no habían agradado al Señor. Y arrancaron las hojas de los libros para hacer mitras de papel, y se coloraron los compases entre las piernas, a guisa de caballo, y rompieron las varas de virtudes misteriosas, alanceándose con ellas.
Por último, cansados de enredar, decidieron hacer un mundo tal y como lo habían visto hacer.
XV
Aquí comenzó el gran bullicio, la confusión y las carcajadas. La marmita estaba candente. Llegó el uno, vertió un líquido en ella, y se levantó una columna de humo. Luego vino otro, arrojó sobre aquél un elixir misterioso que contenía una redoma, con la que llegó casi sin aliento hasta el borde del receptáculo; tan grande era la vasija y tan rapazuelo su conductor. A cada nuevo ingrediente que arrojaban en la marmita, se elevaban en su fondo llamaradas azules y rojas, que saludaba la alegre muchedumbre con gritos de júbilo y risotadas interminables.
XVI
Allí mezclaron y confundieron todos los elementos del bien y del mal, el dolor y la alegría, la fealdad y la hermosura, la abnegación y el egoísmo, los gérmenes del hielo destinados a mundos hechos de manera que el frío causase una fruición deleitosa en sus habitadores, y los del calor compuestos para globos cuyos seres se habían de gozar en las llamas; y revolvieron los principios de la divinidad, el espíritu con la grosera materia, la arcilla y el fango, confundiendo en un mismo brebaje la impotencia y los deseos, la grandeza y la pequeñez, la vida y la muerte.
Aquellos elementos tan contrarios rabiaban al verse juntos en el fondo de la marmita.
XVII
Hecha la operación, uno de ellos se arrancó una pluma de las alas, le cortó las barbas con los dientes y, mojando lo restante en el líquido, fue a inclinarse sobre el abismo sin fondo, y sopló, y apareció un mundo. Un mundo deforme, raquítico, oscuro, aplastado por los polos, que volteaba de medio ganchete, con montañas de nieve y arenales encendidos, con fuego en las entrañas y océanos en la superficie, con una humanidad frágil y presuntuosa, con aspiraciones de Dios y flaquezas de barro. El principio de muerte, destruyendo cuanto existe, y el principio de vida con conatos de eternidad, reconstruyéndolo con sus mismos despojos; un mundo disparatado, absurdo, inconcebible; nuestro mundo, en fin.
Los chiquillos que lo habían formado, al mirarle rodar en el vacío de un modo tan grotesco, lo saludaron con una inmensa carcajada, que resonó en los ocho círculos del Edén.
XVIII
Brahma, al escuchar aquel ruido, volvió en sí y vio cuanto pasaba, y lo comprendió todo. La indignación llameó en sus pupilas; su airado acento atronó el cielo y amedrantó a la turba de muchachos, que huyó sobrecogida y dispersa a puntapiés; y ya tenía levantada la mano sobre aquella deforme creación para destruirla; ya el solo amago había producido en ella esa gran catástrofe que aún recordamos con el nombre del diluvio, ruando uno de los gandharvas, el más travieso, pero el más mono, se arrojó a sus plantas diciendo entre sollozos: -¡Señor, Señor, no nos rompas nuestro juguete!
XIX
Brahma es grave, porque es Dios, y, sin embargo, tuvo que hacer un gran esfuerzo al oír estas palabras para no dejar reventar la risa que le retozaba en los ojos. Al cabo, reponiéndose, exclamó: -Id, turba desalmada e incorregible, marchaos donde no os vea más, con vuestra deforme criatura. Ese mundo no debe, no puede existir, porque en él hasta los átomos pelean con los átomos; pero marchad, os respeto; mi esperanza es que en poder vuestro no durará mucho.
Dijo Brahma, y los chiquillos, dándose empellones y riéndose descompasadamente y arrojando gritos descomunales, se lanzaron en pos de nuestro globo, y éste le da por aquí, el otro le hurga por allá... Desde entonces ruedan con él por el ciclo, para asombro de los otros mundos y desesperación de sus habitantes.
Por fortuna nuestra, Brahma lo dijo, y sucederá, así. Nada hay más delicado ni más temible que las manos de los chiquillos: en ellas el juguete no puede durar mucho.

Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) no sólo inaugura la lírica moderna española sino que además es uno de los autores románticos más destacados. Entre su obra hay que resaltar sus Rimas y Leyendas.


El monte de la ánimas (Leyenda de Soria)



La Noche de Difuntos, me despertó a no sé qué hora el doble de las campanas. Su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria.
Intenté dormir de nuevo. ¡Imposible! Una vez aguijoneada la imaginación es un caballo que se desboca y al que no sirve tirarlo de la rienda. Por pasar el rato, me decidí a escribirla, como en efecto lo hice.
A las doce de la mañana, después de almorzar bien, y con un cigarro en la boca, no le hará mucho efecto a los lectores de El Contemporáneo. Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza con miedo cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire de la noche.
Sea de ello lo que quiera, allá va, como el caballo de copas.
-Atad los perros, haced la señal con las trompas para que se reúnan los cazadores y demos la vuelta a la ciudad. La noche se acerca, es día de Todos los Santos y estamos en el Monte de las Animas.
-¡Tan pronto!
-A ser otro día, no dejara yo de concluir con ese rebaño de lobos que las nieves del Moncayo han arrojado de sus madrigueras, pero hoy es imposible. Dentro de poco sonará la oración en los Templarios, y las ánimas de los difuntos comenzarán a tañer su campana en la capilla del monte.
-¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme?
-No, hermosa prima. Tú ignoras cuanto sucede en este país, porque aún no hace un año que has venido a él desde muy lejos. Refrena tu yegua, yo también pondré la mía al paso, y mientras dure el camino te contaré esa historia.
Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos. Los condes de Borges y de Alcudiel montaron en sus magníficos caballos, y todos juntos siguieron a sus hijos Beatriz y Alonso, que precedían a la comitiva a bastante distancia. Mientras duraba el camino, Alonso narró en estos términos la prometida historia:-
-Ese monte que hoy llaman de las Animas pertenecía a los Templarios, cuyo convento ves allí, a la margen del río. Los Templarios eran guerreros y religiosos a la vez. Conquistada Soria a los árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras para defender la ciudad por la parte del puente, haciendo en ello notable agravio a sus nobles de Castilla, que así hubieran solos sabido defenderla corno solos la conquistaron. Entre los caballeros de la nueva y poderosa Orden y los hidalgos de la ciudad fermentó por algunos años, y estalló al fin, un odio profundo. Los primeros tenían acotado ese monte, donde reservaban caza abundante para satisfacer sus necesidades y contribuir a sus placeres. Los segundos determinaron organizar una gran batida en el coto, a pesar de las severas prohibiciones de los clérigos con espuelas, como llamaban a sus enemigos. Cundió la voz del reto, y nada fue a parte a detener a los unos en su manía de cazar y a los otros en su empeño de estorbarlo. La proyectada expedición se llevó a cabo. No se acordaron de ella las fieras. Antes la tendrían presente tantas madres como arrastraron sendos lutos por sus hijos. Aquello no fue una cacería. Fue una batalla espantosa: el monte quedó sembrado de cadáveres. Los lobos, a quienes se quiso exterminar, tuvieron un sangriento festín. Por último, intervino la autoridad del rey: el monte, maldita ocasión de tantas desgracias, se declaró abandonado, y la capilla de los religiosos, situada en el mismo monte, y en cuyo atrio se enterraron juntos amigos y enemigos, comenzó a arruinarse. Desde entonces dicen que cuando llega la noche de Difuntos se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos. Y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria lo llamamos el Monte de las Animas, y por eso he querido salir de él antes que cierre la noche.
La relación de Alonso concluyó justamente cuando los dos jóvenes llegaban al extremo del puente que da paso a la ciudad por aquel lado. Allí esperaron al resto de la comitiva, la cual, después de incorporársele los dos jinetes, se perdió por entre las estrechas y oscuras calles de Soria.
Los servidores acababan de levantar los manteles; la alta chimenea gótica del palacio de los condes de Alcudiel despedía un vivo resplandor, iluminando algunos grupos de damas y caballeros que alrededor de la lumbre conversaban familiarmente, y el viento azotaba los emplomados vidrios de las ojivas del salón.
Solas dos personas parecían ajenas a la conversación general: Beatriz y Alonso. Beatriz seguía con los ojos, y absorta en un vago pensamiento, los caprichos de la llama. Alonso miraba el reflejo de la hoguera chispear en las azules pupilas de Beatriz.
Ambos guardaban hacía rato un profundo silencio.
Las dueñas referían, a propósito de la noche de Difuntos, cuentos temerosos, en que los espectros y los aparecidos representaban el principal papel; y las campanas de las iglesias de Soria doblaban a lo lejos con un tañido monótono y triste.
-Hermosa prima exclamó, al fin, Alonso, rompiendo el largo silencio en que se encontraban, Pronto vamos a separarnos, tal vez para siempre; las áridas llanuras de Castilla, sus costumbres toscas y guerreras, sus hábitos sencillos y patriarcales, sé que no te gustan; te he oído suspirar varias veces, acaso por algún galán de tu lejano señorío.
Beatriz hizo un gesto de fría indiferencia: todo un carácter de mujer se reveló en aquella desdeñosa contracción de sus delgados labios.
-Tal vez por la pompa de la Corte francesa, donde hasta aquí has vivido se apresuró a añadir el joven. De un modo o de otro, presiento que no tardaré en perderte... Al separarnos, quisiera que llevases una memoria mía... ¿Te acuerdas cuando fuimos al templo a dar gracias a Dios por haberte devuelto la salud que viniste a buscar a esta tierra? El joyel que sujetaba la pluma de mi gorra cautivó tu atención. ¡Qué hermoso estaría sujetando un velo sobre tu oscura cabellera! Ya ha prendido el de una desposada; mi padre se lo regaló a la que me dio el ser, y ella lo llevó al altar... ¿Lo quieres?
-No sé en el tuyo contestó la hermosa, pero en mi país una prenda recibida compromete una voluntad. Sólo en un día de ceremonia debe aceptarse un presente de manos de un deudo..., que aún puede ir a Roma sin volver con las manos vacías.
El acento helado con que Beatriz pronunció estas palabras turbó un momento al joven que, después de serenarse, dijo con tristeza:
-Lo sé, prima; pero hoy se celebran Todos los Santos y el tuyo entre todos; hoy es día de ceremonias y presentes. ¿Quieres aceptar el mío?
Beatriz se mordió ligeramente los labios y extendió la mano para tomar la joya, sin añadir una palabra.
Los dos jóvenes volvieron a quedarse en silencio, y volvióse a oír la cascada voz de las viejas que hablaban de brujas y de trasgos, y el zumbido del aire que hacía crujir los vidrios de las ojivas, y el triste y monótono doblar de las campanas.
Al cabo de algunos minutos, el interrumpido diálogo tornó a reanudarse de este modo:
-Y antes que concluya el día de Todos los Santos en que así como el tuyo se celebra el mío, y puedes, sin atar tu voluntad, dejarme un recuerdo, ¿no lo harás? -dijo él, clavando una mirada en la de su prima, que brilló como un relámpago, iluminada por un pensamiento diabólico:
-¿Por qué no? -exclamó ésta, llevándose la mano al hombro derecho, como para buscar alguna cosa entre los pliegues de su ancha manga de terciopelo bordado de oro, y después, con una infantil expresión de sentimiento, añadió:
-¿Te acuerdas de la banda azul que llevé hoy a la cacería, y que no sé qué emblema de su color me dijiste que era la divisa de tu alma?
-Si.
-¡Pues... se ha perdido! Se ha perdido, y pensaba dejártela como un recuerdo.
-¡Se ha perdido! ¿Y dónde? -preguntó Alonso, incorporándose de su asiento y con una indescriptible expresión de temor y esperanza.
-No sé... En el monte acaso.
-¡En el Monte de las Animas! -murmuró, palideciendo y dejándose caer sobre el sitial. ¡En el Monte de las Animas! -luego prosiguió, con voz entrecortada y sorda-: Tú lo sabes, porque lo habrás oído mil veces. En la ciudad, en toda Castilla, me llaman el rey de los cazadores. No habiendo aún podido probar mis fuerzas en los combates, como mis ascendientes, he llevado a esta diversión, imagen de la guerra, todos los bríos de mi juventud, todo el ardor hereditario de mi raza. La alfombra que pisan tus pies son despojos de fieras que he muerto por mi mano. Yo conozco sus guaridas y sus costumbres, y he combatido con ellas de día y de noche, a pie y a caballo, solo y en batida, y nadie dirá que me ha visto huir el peligro en ninguna ocasión. Otra noche volaría por esa banda, y volaría gozoso como a una fiesta; y, sin embargo, esta noche..., ¿a qué ocultártelo?, tengo miedo. ¿Oyes? Las campanas doblan, la oración ha sonado en San Juan del Duero, las ánimas del monte comenzarán ahora a levantar sus amarillentos cráneos de entre las malezas que cubren sus fosas... ¡Las ánimas!, cuya sola vista puede helar de terror la sangre del más valiente, tornar sus cabellos blancos o arrebatarlo en el torbellino de su fantástica carrera como una hoja que arrastra el viento sin que se sepa adónde.
Mientras el joven hablaba, una sonrisa imperceptible se dibujó en los labios de Beatriz, que, cuando hubo concluido, exclamó en un tono indiferente y mientras atizaba el fuego del hogar, donde saltaba y crujía la leña, arrojando chispas de mil colores.
-¡Oh! Eso, de ningún modo. ¡Qué locura! ¡Ir ahora al monte por semejante friolera! ¡Una noche tan oscura, noche de Difuntos y cuajado el camino de lobos!
Al decir esta última frase la recargó de un modo tan especial, que Alonso no pudo menos de comprender toda su amarga ironía; movido como por un resorte se puso en pie, se pasó la mano por la frente, como para arrancarse el miedo que estaba en su cabeza y no en su corazón, y con voz firme exclamó, dirigiéndose a la hermosa, que estaba aún inclinada sobre el hogar, entreteniéndose en revolver el fuego:
-Adiós, Beatriz, adiós, Hasta pronto.
-¡Alonso, Alonso! -dijo ésta, volviéndose con rapidez; pero cuando quiso o aparentó querer detenerlo, el joven había desaparecido.
A los pocos minutos se oyó el rumor de un caballo que se alejaba al galope. La hermosa, con una radiante expresión de orgullo satisfecho que coloreó sus mejillas, prestó oído a aquel rumor que se debilitaba, que se perdía, que se desvaneció por último.
Las viejas, en tanto, continuaban en sus cuentos de ánimas aparecidas; el aire zumbaba en los vidrios del balcón, y las campanas de la ciudad doblaban a lo lejos.
Había asado una hora, dos, tres; la medianoche estaba a punto de sonar, cuando Beatriz se retiró a su oratorio. Alonso no volvía, no volvía, y, a querer, en menos de una hora pudiera haberlo hecho.
-¡Habrá tenido miedo! -exclamó la joven, cerrando su libro de oraciones y encaminándose a su lecho, después de haber intentado inútilmente murmurar algunos de los rezos que la Iglesia consagra en el día de Difuntos a los que ya no existen.
Después de haber apagado la lámpara y cruzado las dobles cortinas de seda, se durmió; se durmió con un sueño inquieto, ligero, nervioso.
Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz oyó entre sueños las vibraciones de las campanas, lentas, sordas, tristísimas, y entreabrió los ojos. Creía haber oído, a par de ellas, pronunciar su nombre; pero lejos, muy lejos, y por una voz ahogada y doliente. El viento gemía en los vidrios de la ventana.
-Será el viento -dijo-, y poniéndose la mano sobre su corazón procuró tranquilizarse.
Pero su corazón latía cada vez con más violencia, las puertas de alerce del oratorio habían crujido sobre sus goznes con chirrido agudo, prolongado y estridente.
Primero unas y luego las otras más cercanas, todas las puertas que daban paso a su habitación iban sonando por su orden; éstas con un ruido sordo y grave, y aquellas con un lamento largo y crispador. Después, un silencio; un silencio lleno de rumores extraños, el silencio de la medianoche; lejanos ladridos de perros, voces confusas, palabras ininteligibles; ecos de pasos que van y vienen, crujir de ropas que arrastran, suspiros que se ahogan, respiraciones fatigosas, que casi se siente, estremecimientos involuntarios que anuncian la presencia de algo que no se ve y cuya aproximación se nota, no obstante, en la oscuridad.
Beatriz, inmóvil, temblorosa, adelantó la cabeza fuera de las cortinas y escuchó un momento. Oía mil ruidos diversos; se pasaba la mano por la frente, tornaba a escuchar; nada, silencio.
Veía, con esa fosforescencia de la pupila en las crisis nerviosas, como bultos que se movían en todas las direcciones, y cuando dilatándolas las fijaba en un punto, nada; oscuridad de las sombras impenetrables.
-¡Bah! -exclamó, volviendo a recostar su hermosa cabeza sobre la almohada de raso azul del lecho. ¿Soy yo tan miedosa como esas pobres gentes cuyo corazón palpita de terror bajo una armadura al oír una conseja de aparecidos?
Y cerrando los ojos, intentó dormir...: pero en vano había hecho un esfuerzo sobre sí misma. Pronto volvió a incorporarse, más pálida, más inquieta, más aterrada. Ya no era una ilusión: las colgaduras de brocado de la puerta habían rozado al separarse, y unas pisadas lentas sonaban sobre la alfombra; el rumor de aquellas pisadas era sordo, casi imperceptible, pero continuado, y a su compás se oía crujir una cosa como madera o hueso. Y se acercaban, se acercaban, y se movió el reclinatorio que estaba a la orilla de su lecho. Beatriz lanzó un grito agudo, y rebujándose en la ropa que la cubría, escondió la cabeza y contuvo el aliento.
El aire azotaba los vidrios del balcón; el agua de la fuente lejana caía y caía con un rumor eterno y monótono; los ladridos de los perros se dilataban en las ráfagas de aire, y las campanas de la ciudad de Soria, unas cerca, y otras distantes, doblaban tristemente por las ánimas de los difuntos.
Así pasó una hora, dos, la noche, un siglo, porque la noche aquella pareció eterna a Beatriz. Al fin, despuntó la aurora. Vuelta de su temor entreabrió los ojos a los primeros rayos de la luz. Después de una noche de insomnio y de terrores, ¡es tan hermosa la luz clara y blanca del día! Separó las cortinas de seda del lecho, tendió una mirada serena a su alrededor, y ya se disponía a reírse de sus temores pasados, cuando de repente un sudor frío cubrió su cuerpo, sus ojos se desencajaron y una palidez mortal descoloró sus mejillas: sobre el reclinatorio había visto, sangrienta y desgarrada, la banda azul que fue a buscar Alonso.
Cuando sus servidores llegaron, despavoridos, a notificarle la muerte del primogénito de Alcudiel, que por la mañana había aparecido devorado por los lobos entre las malezas del Monte de las Animas, la encontraron inmóvil; asida con ambas manos a una de las columnas de ébano del lecho, desencajados los ojos, entreabierta la boca, blancos los labios, rígidos los miembros, muerta, ¡muerta de horror!
Dicen que después de acaecido este suceso, un cazador extraviado que pasó la noche de Difuntos sin poder salir del Monte de las Animas, y que al otro día, antes de morir, pudo contar lo que viera, refirió cosas terribles. Entre otras, se asegura que vio a los esqueletos de los antiguos Templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible, y, caballeros sobre osamentas de corceles, perseguir como a una fiera a una mujer hermosa y pálida y desmelenada que, con los pies desnudos y sangrientos, y arrojando gritos de horror, daba vueltas alrededor de la tumba de Alonso.

jueves, 1 de octubre de 2009

Caminante... Nuevas ilusiones para este Curso


Hola a todos los seguidores de este Blog. Seguimos caminando en la aventura de los libros. Este Curso veremos los autores y obras de los siglos XIX y XX. Iremos colocando artículos, poemas, creaciones de los alumnos y cualquier otros elemento que consideremos interesante en el fascinante mundo de la Lectura. Estad atentos...

Precioso vídeo

No me acostumbro... al olvido...

Machado y Soria. Caminos y sus recuerdos

De otras melancolías y pasos perdidos

Que nada cambie tu mundo... ¿o sí?...

El Alcalde de Zalamea, por alumnas de 1ºBach A

El Alcalde de Zalamea, por alumnos de 1ºBach A

El Alcalde de Zalamea, por alumnos de 1ºBach B-C

El Alcalde de Zalamea, por alumnos de !ºBach A-B-C

El alcalde de Zalamea, por alumas de 1ºBach A

El Alcalde de Zalamea, por alumnos de 1ºBach A-C

El Alcalde de Zalamea, por alumnos de 1ºBach C

El Alcalde de Zalamea, por alumnos de 1ºBach B

El Alcalde de Zalamea, por alumnos de 1ºBach C

El alcalde de Zalamea, por alumnas de 1ºBach A y B

Vida de Cevantes, por Cristina Muñoz, de 1ºBach C

Problemas de género en nuestra lengua