lunes, 11 de octubre de 2010

Relato creado por María Pilar Molina, de 1ºBach C

PRIMER AMOR

Aliena miraba por una de las ventanas el patio. Ahí estaba ese niño tan raro que tenía el pelo del color del fuego. Martha le había contado que no hablaba y hacia cosas muy extrañas. Sabía escribir y leer. Desde entonces empezó a interesarse por el. Nadie en el castillo le daba importancia a esas cosas y los que lo hacían eran monjes o nobles, pero normalmente a los últimos le interesaba más la guerra. Él era un niño del populacho y normalmente la plebe no sabía leer ni escribir apenas. Mientras lo miraba tuvo que admitir que no era feo, era extravagante pero agradable de mirar. Delgaducho, de piel pálida y ojos saltones y azules. Tal vez sería un poeta que componía bellos poemas de amor. Si al menos William fuera así, en lugar de tan arrogante y rudo, se habría casado con él.
- ¿Otra vez estás mirando a ese crío?- la voz irritante e infantil de su hermano penetró sus oídos.- Nunca te podrías casar con ese plebeyo.
- Yo me casaré con quien quiera.- y le sacó la lengua a modo de burla.
- ¡Aliena quiere casarse con el niño raro!- Aliena se estaba enfadando por las tonterías de su hermano.
- Nunca me casaré con él porque es tan joven y estúpido como tú- aunque hace unos minutos pensara lo contrario, ahora hablaba su orgullo.
Se fue con su hermano a la gran sala cerca del fuego y se acurruco en la silla de madera para vencer al frío. En su mente solo corría ese niño pelirrojo del que se burlaban todos. Pero el era especial y pensar en el le hacia cosquillas en el estomago. Mientras tomaba la cena, decidió ir a verlo en persona. Nerviosa se excusó y salio hacia sus aposentos. Luego se desvío para que nadie la descubriera y se interno en el patio de armas. Se cubrió con una capucha negra y avanzó hacia el establo donde se oían ruidos. Se escondió al ver a Jack, que sujetaba un cincel y un martillo y golpeaba una pequeña piedra. Aunque tenía poca fuerza, sus golpes eran firmes. Estaba absorto, así que, no vio que su hermanastro Alfred, que lo odiaba, se estaba acercando a él. Aliena se escondió entre un montón de heno para observarlos. Alfred le golpeó fuertemente en la nuca y él se dio la vuelta e intentó defenderse, pero era imposible. Alfred era mucho más corpulento que Jack.
- ¡Deja las cosas de mi padre, bastardo!- le decía con repugnancia.
El muchacho salió sin decir ni una palabra tras Alfred mientras Aliena observaba la escena con furia. Tanto el hermanastro de Jack como William eran unos bárbaros. Se acercó donde había estado Jack anteriormente y vio la roca que antes la había dado golpes. En ella había una forma ovalada y sin terminar. Era un corazón. Lo cogió y lo escondió entre sus manos. No era muy pesada y aún estaba caliente del contacto de Jack por eso le cosquilleaba tanto la mano.
Subió rápidamente por las escaleras con miedo a que alguien al descubriera.
-¿Allie, que llevas en esa mano?- otra vez su hermano la delataba.
-Nada- fue su respuesta rápida y contundente.
Entró en sus aposentos y se tumbó en la cama poniendo la extraña piedra cerca de su corazón, para ella eso era más preciado que cualquier otra joya traída de Oriente.
Su dama entró y apagó las luces tras arropar a la ausente niña que dormía pacíficamente con su preciado talismán.

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