martes, 12 de octubre de 2010

Relato creado por Miriam Losada, de 1ºBach B

Un extraño escalofrío recorrió mi cuerpo, el miedo se había apoderado de mí, no sabía si tendría el valor suficiente como para terminar lo que yo misma había decido empezar, y acabar, así, de una vez por todas, con ese continuo sufrimiento que me estaba consumiendo.
Cada vez que lo pensaba, me invadía el remordimiento, pero a pesar de ello, no era capaz de delatar a la persona a la que amaba. Era consciente de su terrible crimen, pero también sabía cuáles habían sido sus motivos, sabía que lo había hecho para salvarme, y no quería que él fuera el precio a pagar por mi vida.
Así que decidí actuar, pensé que la mejor manera de terminar con esta fatídica historia era presentarme ante todos como la culpable del asesinato, no sería difícil de creer, ya que nunca mostré ni el más mínimo aprecio hacia él, para mí supondría un gran alivio librarme de ese maldito mujeriego, que no sabía tratar a una mujer como merecía. Por lo que esa mañana, me presenté en medio de la plaza principal y empecé a gritar:

-¡Señores! Tengo que anunciarles algo muy importante – dije tratando de lograr captar su atención.

Un puñado de hombres y mujeres se dieron la vuelta y empezaron a mirar a aquella muchacha rubia, de ojos azules, que aunque físicamente tenía el aspecto de una joven, su cara reflejaba el sufrimiento y el dolor de quien había padecido una serie de continuas desgracias.
Apoyada encima de un montón de piedras, estaba esperando a ser escuchada.

- He venido expresamente a anunciarles que sé quien fue el asesino del que iba a ser mi esposo, como la mayoría sabrán, Sir Ralph.
- ¡No nos vengas con tonterías! ¡La guardia del rey lleva investigando semanas y todavía no saben nada! ¿Cómo ibas a saberlo tú? – Gritaron de entre la multitud, ya congregada en torno a mí.
- Les puedo asegurar que sí lo sé, y cuando me escuchen, comprenderán, que tengo razón.
- ¿Y a qué estas esperando? ¡No tenemos todo el día!
- Bien, sepan que yo soy la culpable, soy totalmente responsable de lo que pasó aquel día, y de lo que sus continuos insultos y burlas me llevaron a hacer.
-
Mis palabras no tardaron mucho en hacer efecto, pocos segundos después, ya pude escuchar, lo que todos pedían a gritos, que fuera apresada.

- ¡Que la apresen! ¿No la han oído? ¡Se ha declarado culpable!

Fue lo último que fui capaz de oír antes de que un grupo de soldados se abriera paso entre la multitud y me apresara. A partir de ahí ya todo resultaría muy fácil, el día de la ejecución no tardaría en llegar…

Y así fue, la ejecución fue propuesta para dentro de 4 días, después de un fugaz juicio, en el que, tal y como esperaba, fui declaraba culpable casi inmediatamente.
Los días se hicieron eternos encerrada en las mazmorras. Apenas se podía respirar ante tal cantidad de suciedad, los cadáveres de los presos que morían antes de la ejecución se apilaban unos encima de otros, y una vez al mes eran quemados, intensificando el terrible hedor que ya embargaba la estancia. Pero a pesar de mi terrible situación, mis pensamientos estaban en otro lugar, muy lejos de ahí, junto a él, a mi verdadero amor, Wulfric.
Una parte de mí, tenía miedo a no volver a verlo nunca más, lo perdería para siempre, sabía que ya no le podría decir qué era lo que sentía por él, pero sabía que esta era la única opción de salvarlo. Así, que sin ninguna duda, sacrificaría mi vida.

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