miércoles, 20 de octubre de 2010

Relato creado por Pilar Molina, de 1ºBach c

Miraba la calle a través de la ventana adornada con margaritas y geranios del salón de mi casa. Mi doncella que me había criado desde que mi madre murió cuando tenia 2 años siempre se quejaba de este pasatiempo mío calificándolo como un vicio y la podía oír refunfuñar, siempre me decía que debía hacer cosas mas productivas como coser, bordar y aprender otros menesteres, sobretodo me aconsejaba buscar marido ya que según su opinión me debería haber casado hace algunos años. me decía frunciendo el ceño haciendo mas visibles sus arrugas, no obstante yo no era vieja, tenia apenas 20 años cumplidos y no estaba tan mal mirar a la gente pasar debajo de mi ventana. Me divertía ver a la gente corretear de un lado a otro, el sonido de los zapatos de las mujeres y como coqueteaban con otro hombre sin que el marido apenas lo supiera, algunas veces se caían porque llegaban tarde a trabajar o simplemente se tropezaban, cuando la calle estaba vacía las mujeres daban vueltas haciendo bailar sus faldas si estaban contentas o se podía oír sus sollozos. A veces se podía ver como dos jóvenes se alejaban para besarse sin que los padres de la chica lo supieran, muchas veces en estas situaciones los habían pillado y el novio tenía que aceptar a la novia bajo coacción de una pistola. Era cómico ver como todo el mundo cometía pecados y hacía tonterías tras una ventana y en total estado de serenidad. Muchas veces pensaba si yo hacía cosas así cuando salía a la calle y llegué a la conclusión de que sí, porque muchas cosas son inevitables. Esa mañana la calle estaba desierta como anunciándome algo funesto, yo bostezaba al ver el poco espectáculo que hoy me podía ofrecer aquello y empecé a leer uno de los libros de poemas que hay en la biblioteca. Me perdí lentamente en aquellos versos pero de repente oí pasos y me abalancé a mirar para ver si pasaba algo interesante. Una mujer esbelta y de largo pelo negro se besaba apasionadamente con un hombre que vestía elegantemente con un traje. Se reían fuertemente.
- Hoy no está mi marido.- le anunció y se abrazaron violentamente. Muchos besos había visto en mi corta vida bajo la ventana, pero ninguno tan conmovedor como ese. La pobre mujer de piel canela estaba casada con alguien que no quería y eso me producía dolor al pensar en como se podría sentir. De repente un hombre de cabellos negros y con semblante furioso se acercó a ellos y sacó una pistola del bolsillo, la mujer se puso en medio pero él disparó haciendo que se desplomara ante los ojos de su amante. El amante se inclinó para coger su frágil cuerpo del que manaba una fuente de sangre y otro disparó penetro el frío ambiente. El hombre se dio la vuelta y ando tranquilamente como si nada hubiese ocurrido. Yo ni siquiera parpadeaba, el corazón se saltaba miles de latidos y mi respiración estaba cortada. Estaba en una especia de parálisis y ni siquiera podía reaccionar ante nada. Vi como del cuerpo de la mujer salía una figura etérea y efímera que ascendía hacia el cielo, entonces la visión se paro frente a mi ventana. Me miro con sus fríos e inexpresivos ojos, los que antes habían estado encendidos y se acerco a mi. Yo apenas podía moverme, pero por impulso, mi mano se posó en uno de sus brazos y no sentí el tacto de su piel. Entonces ella se acercó a mi cuerpo y se internó en el. De repente me desperté con un sudor frío que me rodeaba el cuerpo y mi criada estaba a mi lado con gesto de preocupación haciéndome oler una bolsita de sales.
- ¿Qué sucede, señorita?
- El disparo… la mujer y luego…- Yo apenas podía articular palabra.
- Solo fue un sueño, señorita. Solo eso, pero como podía ser un sueño tan real.
Al día siguiente, fui hacia la Iglesia y hable de esto con mi confesor. Decía que solo era un sueño del que debía olvidarme, pero no podía. Me dio la absolución y salí hacia mi casa de nuevo sin haber encontrado respuesta. Me crucé por el mercado oliendo los olores a especias y mirando atentamente lo que me llamaba la atención. En uno de los puestos un joven daba un trozo de chocolate a su esposa para probarlo. Me quede petrificada. Eran ellos. Los amantes. Me acerqué al puesto despacio e intentando tranquilizarme.
- Ya está ahí.
- ¿Quién?
- Pues uno de los pretendientes que mi padre me recomendó.
Gire para ver al hombre del que hablaban y era el, el del disparo. Me estaba volviendo loca, pero tome una decisión. Los seguiría para evitar que sucediera una desgracia.
Los jóvenes fueron al mercado y volvieron a su casa. No pasaba nada pero entonces vi al pretendiente despechado en la entrada.
- Deberías dejarlos en paz.- dije enfadada.
- ¿y tú quien eres? Esta es la casa de mi hermano.
- Lo siento.
Me estaba volviendo más loca. En el sueño ella nombraba a su marido y decía que no estaba en casa. Además en el mercado había más hombres y tal vez lo hubiera equivocado.
- ¿Está su hermano en la casa?
- Sí, en su estudio.
- ¿Y la señora?
- También está.
Ya no tenia excusa. Tenía que verla. Una de las criadas me llevó al interior de la lujosa casa y me dejó en una sala, luego entró la mujer de piel canela y pelo negro. Se quedó paralizada mirándome.
- ¿Tú eres María?
- No, soy Catalina. Esa era mi madre.
- ¿Tu madre?
- Sí.
Respiró hondo y dijo.
-Entonces eres mi prima. Mi madre y la tuya eran hermanas. La mía murió hace unos años. Me enseño fotos de tu madre, pero no sabía que tenía hijas.
-¿Te contó algo de ella?- Aún estaba sorprendida y me alegré al saber que alguien podría hablarme de mi madre, ya que nadie de mi casa lo había hecho nunca. Por lo menos ahora sabía que me parecía a ella.
-Me dijo que murió de un disparo junto a un hombre frente a su casa.
Mi padre. Esto debía de ser una broma. Me despedí y salí llorando por la puerta.
-¿Te pasa algo?- el hermano que estaba en la entrada antes, me miraba con curiosidad.
-No, nada.- y fui hacia mi casa.
Pasé meses sin cruzar palabra con mi padre e iba todas las tardes a casa de mi prima de la que solo yo conocía la existencia mientras su cuñado me cortejaba sin que nadie lo supiera. Al final decidimos casarnos en secreto pues mi padre quería alguien más rico para mí.
Un día estábamos en la puerta trasera de mi casa y mi padre nos vio.
-¿Tu? ¿Otra vez?- gritaba- Ya te maté en el pasado.-Ahora vienes por mi hija después de arrebatarme a mi esposa.
-¿Qué dice, usted?-dije acercándome a él y mirándolo a los ojos. Era la primera vez que me acercaba así después de que supusiera la muerte de mi madre y ahora él me lo confirmaba.
Empezó a gritar improperios y a chillar mientras todo se llenaba de gente. Se estaba delatando después de tantos años.
-No se puede consentir. Mi esposa y ahora mi hija. Esto es intolerable. Voy a mataros a los dos como hice con ellos. No me detuvieron y ahora tampoco lo harán pues aquí no hay ley.- estaba rojo y apenas podía hablar y tenia que para muchas veces para respirar. Se cayó al suelo mientras la criada le tomaba el pulso.
-Señorita, está muerto.
Me quede blanca y me desmayé. Después de todo había sido mi padre.
Esa noche me acosté en la cama y vi como una figura etérea salía del interior de mi cuerpo. Me fije en su cara, tenia mis facciones y mi misma cara, pero el pelo y el color de piel más oscuro como el de mi prima. Se acercó a mi mejilla y tal vez la besó. Nunca lo supe porque su tacto era imperceptible. Todo era una pesadilla. Mis padres se habían vengado entre ellos poniéndome a mí como instrumento. Lloré amargamente esa noche y la siguiente, sin ganas de nada. Pasaron años y décadas. Tuve hijos de los que no disfrute tanto como me hubiera podido por el miedo. Me encerré en mi misma y ahora estoy de por vida en una cama, postrada y con el pelo blanco. Vieja y suspirando porque no disfrute cuando lo debía haber hecho por algo del pasado.

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